Con este, he escrito y publicado un total de siete blogs en 2018 en esta comunidad. Siete. Comparados con los 251 de los dos años anteriores, es un número pésimo. Y he seguido votando los diseños con bastante frecuencia. Sencillamente, no tenía ganas de escribir nada especial. Ni aquí ni en mi blog, que aparqué hace casi un año y que, inexplicablemente, sigue recibiendo de 300 a 750 visitas mensuales. Digamos que esta desgana creativa refleja y resume a la perfección mi año y más allá.
No voy a decir que he conocido a personas maravillosas este año porque siempre lo hago. Hay que tener mucha mala suerte para que en 365 días no se te cruce por el camino alguien que te cambie la vida de algún modo. Tampoco voy a decir que he perdido a nadie porque no sé cuándo sucedió ni cuándo me di cuenta.
He vivido grandes experiencias, algunas muy malas, pero grandes, que hoy no son más que un recuerdo idealizado o mutilado.
Creo que recordaré este año como el de los pasos atrás. Y solo el tiempo dirá si conseguí suficiente impulso para un salto que todavía no he calculado. Un salto de fe. Precisamente lo único que me falta cuando se trata de todo lo demás. Todo menos nada. Nada que es poco pero mucho. Nada que es todo.
Me gustaría. Un tren por el mar. Un mar de nubes. Y volar sobre las estrellas. Que las estrellas se hundan en la tierra. Que el agua sea vida y dolor. Y duela no más que una ilusión. Que la luz sea solo ese color girando. Que se asiente la sombra en el aire. Que vuelvan las cenizas a la nieve. Que el frío salpique mi piel. Que llueva. Que no truene. Solo un rayo fugaz. Un chasquido con forma de mueca. Volver. Volver. Volver. Volver. Volver. Volver y ser. Ser. Ser. Ser. Ser. . . .