Es muy tarde. Los faros del coche iluminan la fachada, le dan un aspecto casi fantasmagórico. Ella no es capaz de apartar la mirada de algún punto del frente, pensando a saber en qué, tal vez en nada. Él apaga el motor y se pasa las manos por la cara. Hay silencio, mucho silencio.
Es una noche fría, aunque en otro momento no lo habría sido tanto. Ella ansía que le coja la mano, que se la apriete, no le importa que se la rompa. Quiere sentir que la quiere. También necesita un abrazo y tal vez palabras de apoyo susurradas al oído, pero no tiene fuerzas para pedir nada de esto, es como si una especie de nudo entre la garganta y el estómago se lo impidiera.
- ¿Y ya está? – la voz de él suena ronca, rota. La quiere y parece que ya la está echando de menos pero no logra entender – Ahora te irás, así, sin más.
- Déjame en paz, Bruno. Ya no aguanto más. Adiós.
La aferra de la muñeca y la obliga a volver al asiento del copiloto. Ella no opone mucha resistencia, puede que sean las fuerzas que le fallan.
- No lo entiendo, no soy capaz.
- ¿Cómo puedes ser tan egoísta?
- Y supongo que esto es un final.
(...)
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ps. no es mío ;)