Corría el año 1991 cuando empecé a trabajar limpiando astralones de montaje en una imprenta de mi barrio. El trabajo en sí no me importaba (y mucho menos el oficio) ya que el objetivo básico era ganar el dinero suficiente para poder costearme el carnet de conducir, mientras lo compaginaba con mis estudios de bachillerato.
No recuerdo cuándo pero sí el dónde. Fué en mi primera visita a la sala de autoedición y fotocomposición. El "fotero", como le apodaban los compañeros, estaba retocando una fotografía en un pantallón enorme con una manzanita mordida de colores como fondo de pantalla. En un par de clics de ratón era capaz de desenfocar un fondo o resaltar los colores vivos de un cuadro escaneado... Esa tarde decidí que quería ser realmente de mayor.